El próximo jueves, 5 de noviembre, celebra la Iglesia la festividad
de Santa Ángela de la Cruz. En nuestra Capilla de la Plaza de las
Flores, a la derecha del boceto del Señor de la Salud y Misericordia, se
venera una pequeña imagen de la milagrosa Santa junto con una reliquia
cedida por la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz de Sevilla.
Os dejamos la biografia una gran mujer, Santa Ángela de la Cruz.
Ángela
Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre
de los pobres, nació el 30 de enero de
1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. Sus
padres, Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron
catorce hijos, pero sólo seis llegaron a mayores de edad a
causa de la terrible mortalidad infantil, aún persistente
durante todo el s. XIX.
Sus padres eran—hasta
la exclaustración de los religiosos en 1836—los
cocineros del Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre
murió pronto. Sin embargo la madre llegara a ver la obra de
su hija, y las Hermanitas de la Cruz la llamaran con el dulce nombre de
"la abuelita" y quedaran admiradas de las muchas virtudes que
florecían en el jardín de su alma. Ella supo
transplantarlas al jardín del alma de su hija
Ángela. Se dice que un día, siendo aun muy
pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos
menos su madre que enseguida adivinó donde estaba: en la
iglesia. Allí la encontraron rezando y recorriendo los
altares. Ya mayor dirá: "Yo, todo el tiempo que
podía, lo pasaba en la iglesia, echándome
bendiciones de altar como hacen las chiquillas".
Por carecer de recursos, apenas
puede aprender a leer y escribir. Ángela, que
crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto
daría cumplidas pruebas de bondad natural. Ya de joven,
nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en su
presencia. Si hablaban algo menos puro, al verla llegar,
decían, cambiando de conversación: "Callad, que
viene Angelita".
Ángela necesita
trabajar desde los doce años para ayudar a su familia,
cuando apenas ha tenido ocasión de asistir a la escuela: en
el taller de calzado de doña Antonia Maldonado, en la calle
del Huevo, trabajó durante algún tiempo como
zapatera. Dña. Antonia estaba encantada de ella y
exhortaba a las demás a que la imitaran. Hacia rezar el
rosario y rendían mas que antes.
El Padre Torres Padilla era
muy amigo de la familia donde trabajaba como zapatera. Le
habían hablado de la maravilla de aquella joven.
De 1862 a 1865,
Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen,
reparte su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y
los hogares pobres que visita. En 1865 se cierne una oleada de
cólera sobre Sevilla que azota a las familias pobres
hacinadas en los "corrales de vecindad". Ángela se
multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y
niños castigados tan duramente por la miseria. Y en ese
mismo año pone en conocimiento de su confesor, el padre
Torres, su voluntad de "meterse a monja". Cuenta ahora con diecinueve
años.
Quiso entrar en las Carmelitas
Descalzas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque no la admitieron
por temor a que no pudiera soportar los duros menesteres del convento
en su cuerpo menudo y débil.
Después
ingresó en las Hermanas de la Caridad. Llegó a
vestir el habito, pero hubo de salir del convento al enfermar. Viendo
que no podía ser monja en el convento, se dijo a si misma:
"Seré monja en el mundo" e hizo los Votos religiosos. Un
billete de 1º de noviembre de 1871 nos revela que
"María de los Ángeles Guerrero, a los pies de
Cristo Crucificado" promete vivir conforme a los consejos
evangélicos: ya que le ha fallado ser monja en el convento,
será monja fuera. Dos años más tarde,
Ángela pone en manos del doctor Torres Padilla unas
reflexiones personales en las que se propone, no vivir siguiendo a
Jesús con la cruz de su vida, sino vivir permanentemente
clavada en ella junto a Jesús. De ahora en adelante se
llamará Ángela de la Cruz.
Ángela comienza a
afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que hacerse pobre con los pobres".
En invierno de 1873
Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el
voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su
corazón inquietos comienzan a "reinar" en una idea que
continuamente le asalta: formar la "Compañía de
la Cruz". Obstinada en su empeño el 17 de enero de 1875
comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se
verá colmado por el éxito, más ante
los ojos de Dios que ante los ojos de los hombres.
Ángela ha encontrado
tres compañeras: Josefa de la Peña, una terciaria
franciscano "pudiente", que ha decidido dar el paso que su contacto con
los pobres le está pidiendo; Juana María Castro y
Juana Magadán, dos jóvenes pobres, sencillas y
buenas. Con el dinero de Josefa Peña alquilan su "convento":
un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de la
calle San Luis, y desde allí organizan su servicio de
asistencia a los necesitados a lo largo del día y de la
noche. Poco después se trasladan al número 8 de
la calle Hombre de Piedra, y comienzan a adquirir notable consistencia
en el clima religioso de Sevilla. Estrenan hábito y sus
compañeras comienzan a llamarle "Madre", cuando
aún no se ha borrado de su rostro la primavera de la
niñez. Entre duras penitencias y mortificaciones, fieles a
la causa de los pobres, consiguen obtener en 1876 la
admisión y bendición del Cardenal
Spinola.
Todo el resto de su vida
estaría marcado por el signo doliente de la Cruz, pero
también por la felicidad de quien se siente "luz en el mundo
mostrando una razón para vivir". La
Compañía va a crecer, y con ella el
agradecimiento del pueblo sevillano y de todos los rincones de
Andalucía a donde llega el espíritu de Sor
Ángela. Como afirma José María
Javierre en su preciosa obra Madre de los pobres: 'Que yo sepa, es el único caso en
el mundo. Existe una ciudad donde pronunciáis el nombre de
una persona y todos los habitantes, todos, sonríen: -Era
buena, era una santa."
La siguen bastantes
jóvenes y mayores que quieren imitar a Sor Ángela
y seguir su mismo genero de vida. Todos caben en sus casas. La
austeridad será nota distintiva de sus casas. Roma da
aprobación a su Obra.
La muerte le
sorprendió con las manos llenas de amor, pero
vacías de entregar a los demás su vida hecha
dulzura, milagro cotidiano de luz. A las tres menos veinte de la
madrugada del día 2 de marzo de 1932 alzó el
busto, levantó los brazos hacia el cielo, abrió
los ojos, esbozó una dulce sonrisa, suspiró tres
veces y se apagó para siempre. El día 28 de julio
del anterior año había perdido el habla. Sus
últimas palabras habían sido: "No ser, no querer
ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera......"
El Ayuntamiento republicano de
Sevilla celebra sesión extraordinaria para dar
carácter oficial a los elogios dé Sor
Ángela. El alcalde pone a votación que se cambie
el nombre de la calle Alcázares por Sor Ángela de
la Cruz. El Papa Juan Pablo la beatificó en Sevilla el 5 de
noviembre de 1982, proclamándola Santa el 4 de mayo de 2003.
El Ayuntamiento de Sevilla ha rotulado de nuevo la calle que
lleva su nombre por el de Santa Ángela de la
Cruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario